Una gran mayoría de los niños parecen comenzar la “carrera” mucho antes de llegar a la universidad. Porque en eso hemos convertido la infancia: en una prueba de velocidad, de cantidad y de resistencia que en la que la presión y la competitividad están impidiendo a los niños vivir su infancia. El sistema educativo les presiona para que adquieran conocimientos y destrezas para los que no están maduros, y su escaso tiempo libre a menudo se reparte entre los deberes, las clases extraescolares y las pantallas.
Mientras tanto, los expertos advierten que estamos caminando en la dirección equivocada. Y los estudios lo demuestran: una encuesta con 134 adultos realizada en la Universidad de Hildesheim (Alemania) por un equipo de psicólogos liderado por Werner Greve, reveló que el factor que más favorece el desarrollo integral de los niños es haber podido disfrutar de mucho tiempo libre y juego no estructurado. Las personas que recordaban haber disfrutado de mayor autonomía y juego libre en la infancia eran aquellas que en la edad adulta tenían mayor capacidad de adaptación, autoestima y éxito social. Los participantes tuvieron que responder a diversas preguntas sobre su grado de libertad en su infancia, y otras sobre su situación actual, tanto en lo personal como en lo social y en lo laboral.
El tiempo estructurado y las capacidades ejecutivas
Otro estudio realizado por investigadores del Departamento de psicología y neurociencia en la Universidad de Boulder, Colorado, puso de manifiesto que cuando los niños tienen su tiempo demasiado estructurado con actividades preestablecidas, y no hay lugar para el juego libre y autodirigido, desarrollan menos su iniciativa y sus capacidades ejecutivas y de resolución de problemas, un efecto que se prolonga hasta la edad adulta.
[Nota: El tiempo “libre” que se llena con pantallas tampoco permite el desarrollo de la iniciativa, las capacidades ejecutivas y de resolución de problemas].
Control adulto sobre el juego infantil
Por último, otro estudio pone de manifiesto que la falta de comprensión acerca de los procesos psíquicos internos de los niños durante el juego propicia un exceso de intervención/ dirección adulta durante el mismo. Intervenir para dirigir el juego infantil inhibe la espontaneidad del mismo, desvirtuando su esencia de actividad creativa y autodirigida. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Missouri- Columbia demostró que cuando los padres ejercen un control excesivo del juego (a qué se juega, cómo se juega o, el ritmo …), los niños se alejan afectivamente de los adultos y surgen más emociones negativas. Una forma de “control” del juego era el intento de que los niños aplicaran parámetros racionales a sus actividad: por ejemplo, instándoles a hacer entrar a una vaca en el establo por la puerta, en lugar de por una ventana. Según el equipo investigador, para favorecer el desarrollo infantil, las madres y los padres, además de mostrar afecto, deben apoyar y permitir las actividades lúdicas espontáneas, evitando intervenir si no son invitados o con propósitos de guiar el juego con arreglo a criterios alejados de las necesidades derivadas del momento evolutivo de los niños.
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